ARGOS Y LOS PAVOS REALES

El otro día en Oporto tuve una visita muy especial en la terraza de mi habitación: un pavo real, y no pude evitar pensar en Ovido, las Metamorfosis y el mito de Argos, por ello hoy te lo voy a contar. ¡Vamos a ello!

Ovidio nos narra esta historia en sus Metamorfosis, en el libro I entre los versos 568 y 723. El poeta nos cuenta que había una reunión de ríos, pero Ínaco no aparecía porque había perdido a su hija Io, pero lo que pasó fue que Júpiter, una vez más, había intervenido y la había raptado y se había acostado con ella.

También una vez más Juno buscaba a su marido y viendo Júpiter que Juno se acercaba a donde estaba él con Io, convirtió a la muchacha en una ternera y Juno le pidió que se la entregara ante lo que Júpiter no tuvo otra opción porque si no iba a resultar sospechoso. 

Juno se la dejó a cargo de Argos, el gigante de cien ojos. Argos en su papel de vigilante dejó que Io durante el día saliese del redil y pastase, pero ella se fue a ver a su padre y escribiéndole en la arena quién era le contó todo a su padre, pero Argos se dio cuenta y se la llevó de allí. 

Al enterarse Júpiter de lo que le estaba pasando a Io, mandó a Mercurio para que matara a Argos y así el emisario de los dioses se acercó a Argos vestido de pastor. Mercurio se puso a tocar música y a contarle el relato de Siringe a Argos para que se quedara dormido. 

El vigilante se durmió, por lo que Mercurio le dio con su varita en los ojos para que no se despertara y le cortó la cabeza de cien ojos. Entonces Juno recogió los ojos y los depositó en la cola del pavo real, de ahí que en la cola de estos animales haya esas figuras que recuerdan a unos ojos. 

Debido a este mito, en la Antigua Roma a los pavos reales se les tenía una alta estima pues eran los guardines de Juno, la gran diosa de romana, así en sus templos siempre se encontraban figuras de estos animales y también los romanos las utilizaban en la decoración de sus casas para la protección de sus hogares.